No es el título de la película protagonizada por Denzel Washington, Ethan Hawke y Scott Glenn, sino que la ascensión realizada al Volcán Villarrica como ejercitación ya que desde el 04 de diciembre junto a un grupo de compañeros amantes de la montaña intentaremos la cumbre del Volcán San José, de 5.846 metros.

Esta es mi tercera cumbre en este volcán (el Villarrica), pero como aún no escribo ninguna de las ascensiones anteriores, les contaré de esta.

Mi objetivo era lograr la cima prácticamente sin detenerme. Fue así como nos juntamos con un grupo de amigos, Carmen, Jessica y Vasco, en la ciudad de Villarrica, y nos dirigimos al centro de esquí del volcán.

Llegamos de madrugada al estacionamiento de la cafetería por un camino alternativo, eso debido a que el principal se encontraba cortado por la nieve que aún no se desvanece. Nos equipamos y siendo las 06:40 aproximadamente iniciamos la marcha.

Desde un inicio nos montamos por la línea de los andariveles que llevan al inicio de la ruta normal.  Llegando al final de estos se apreciaba un grupo de aproximadamente 20 turistas que subían con alguna de las agencia de la ciudad de Pucón. Más arriba, otro grupo más pequeño de madrugadores en dirección al sector denominado “Pingüineras”, normalmente un sector donde se juntan los grupos para sortear una pendiente un poco mayor en la ruta normal.

Luego de caminar por acarreo durante unos 30 minutos, llegamos a la nieve. A pesar que durante el camino habíamos pasado por algunos neveros, desde ahora sólo sería nieve.

Al rato después, llegué al final de la línea de los andariveles, aquí espere un rato a que llegaran mis compañeros mientras comía e hidrataba un poco. A los pocos minutos llegó Jessica, y decidí seguir mi camino.

A pesar que Carmen y Vasco aún no llegaban a este punto, todos estábamos comunicados por equipos de radio y por esta ruta, la cantidad de personas que suben suele ser impresionante.

Metros más adelante, un segundo grupo de turistas se dirigía a la llamada “Capilla”, un antiguo retorno de andarivel destruido por una de las erupciones del volcán.

En la ruta entre la Capilla y la Pingüinera di alcance a este grupo, la mayoría de los turistas exhaustos por la caminata sólo quería un ratito para reponer energías. A lo lejos se divisaba el primer grupo, eran sólo 04 personas los que se encontraban caminando en dirección al “Tubo”, una especie de isla rocosa en medio del glaciar que surge cuando la nieve baja su nivel y que posee un tubo metálico. Desde este punto se llega a la “colada”, últimos metros para lograr la cumbre.

La nieve se encontraba en buenas condiciones para caminar y debido a las distintas ascensiones turísticas existía un pequeño caminito totalmente marcado.

Vía radio manteníamos comunicación con los chicos, a esta hora ellos ya daban alcance al segundo grupo y yo conversaba con los turistas del primero: era un grupo de 03 señoras brasileras y su guía. Me mantuve con ellos durante unos metros hasta que se detuvieron a descansar, yo seguí solo desde este momento con nada más que la cumbre delante de mí.

La fumarola del volcán estaba cada vez más cerca, pero el viento la mantenía alejada de la ruta.

La última vez que había estado en este lugar, la cosa era completamente distinta. Subíamos con Valeria- mi esposa que en ese momento era mi novia-  y un grupo de amigas que ascendían con una agencia. En esa fecha las condiciones del glaciar estaban bastante complicadas, corría el mes de mayo y las lluvias habían lavado la nieve, dejando el hielo al descubierto y complicando la subida para quienes no poseían la experiencia necesaria. Ahora era completamente diferente: era una pequeña escalera, la que con sus escalones formados por ascensiones de días anteriores permitían que la subida fuera segura y constante.

Luego de 3 horas y 40 minutos aproximadamente, llegue a la cumbre, superando en 20 minutos mi registro anterior en este volcán.

La cumbre era 100% mía, sin turistas,y quizás como hubiese dicho el presidente Chavez, “Aquí no está el diablo, no huele a azufre”, ya que el viento mantenía el humo alejado del plató cumbrero.

El día estaba espectacular, corría un poco de viento, lo suficiente para no sufrir con el sol que a esa hora ya se posaba sobre nuestras cabezas.

Como me encontraba solo, no me quedo otra que instalar el trípode e iniciar la sesión fotográfica.

El Volcán Lanín se encontraba espectacular e imponente, a lo lejos el Llaima se mostraba completamente tranquilo.

Luego de estar por alrededor de 40 minutos, apareció el primer grupo de turistas y detrás de ellos llegaba Jessica. Unos minutos después apareció Carmen junto a Vasco. Ya estábamos los 04 en la cumbre y fue momento de los abrazos y la foto cumbrera.

Mientras permanecíamos en la cumbre observábamos a los turistas como daban sus últimos esfuerzos para coronar las largas horas de caminata, y observar este paisaje que pocos pueden apreciar. Cada uno con sus cámaras fotográficas registrando la quizás sea la “odisea de sus vidas” y que para nosotros resulta ser una necesidad básica así como comer  respirar.

La bajada fue al estilo montañista y no turista, es decir: caminado y no tirándose por los toboganes por los cuales los guías tiran a los turistas para llegar más rápido.

Resultó finalmente un buen día de entrenamiento, ahora a esperar que se den las condiciones para lograr el objetivo para el cual estoy trabajando: el Volcán San José.